martes, 17 de junio de 2008

La guarda de Vinos

Los vinos nobles se parecen un poco a la leche: son bebidas vivas, que contienen vida microscópica en su interior. Por más sulfitados y filtrados que estén y embotellados en atmósferas a presión certificadas I.S.O. 9002, siempre alguna pícara bacteria u hongo aeróbico o anaeróbico se llega hasta el interior de la botella y allí duerme, vegeta o se multiplica.

Estas criaturas primarias son fácilmente gobernadas por las fases lunares, de ahí que un vino noble sin filtrado ni excesivo sulfitado pueda sufrir las lunaciones. Sin olvidar a los cientos de moléculas complejas que componen un vino, las cuales se aproximan a las cualidades de la vida al evolucionar en el tiempo, más que nada gracias a la corrosiva potencia del oxígeno y a la incisividad de los rayos ultravioletas: al igual que todas las criaturas aeróbicas vivas, los dos factores esenciales para la vida son también sus principales enemigos.

Todo ello para explicar que la guarda de vinos es una inversión que tiene sus riesgos y debe cuidar los atributos y la delicadeza de los vinos. Si bien en América del Sur es incipiente el coleccionismo de añadas particulares, muchas botellas bien elegidas y conservadas multiplicarán su valor con el tiempo incluso mejor que el dinero en el banco.

Las ediciones limitadas y las etiquetas de exportación menos conocidas son alicientes para los coleccionistas más sofisticados. Pero básicamente el buen guardador de vinos es alguien que se envía mensajes a sí mismo a través del tiempo. Al amar el momento presente en que se bebe un buen vino, se logra confiar en el futuro en tanto que proveedor de ese tiempo pasado que tan bien sienta a los grandes vinos.

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