El vino, como sustancia de la naturaleza, tiene que ser percibido por los sentidos.
La cata ordenada de vino constituye un ejercicio de educación del gusto que estimula su consumo moderado.
Es importante que fomentemos el ejercicio y la atención de nuestros sentidos en la degustación de los vinos.
Una ventaja de este entrenamiento es que puede ayudar a superar los problemas derivados del consumo excesivo de alcohol que invade la sociedad, especialmente la juventud, en el tránsito entre los siglos XX y XXI: es decir, en lugar de “beber para olvidar”, orientémonos a “beber para disfrutar”.
Cuando se trata de disfrutar de un vino basta con despertar los sentidos y prestar atención. Todos los sentidos: el tacto, distinguiendo las sensaciones de temperatura, textura y astringencia, o la aguja de un vino de maceración carbónica, o las danzarinas burbujas de un espumante, o, incluso, mayor o menor finura del vidrio de la copa donde degustamos el vino; el oído, atendiendo al canto del tapón al descorchar, o al caer del vino dentro de la copa, o en la conversación, en una cata compartida con la familia o los amigos, en la que prolongamos el placer de la cata con nuestros comentarios sobre el vino.
Pero los 3 sentidos más importantes en el ejercicio de la cata son la vista el olfato y el gusto.
La cata ordenada de vino constituye un ejercicio de educación del gusto que estimula su consumo moderado.
Es importante que fomentemos el ejercicio y la atención de nuestros sentidos en la degustación de los vinos.
Una ventaja de este entrenamiento es que puede ayudar a superar los problemas derivados del consumo excesivo de alcohol que invade la sociedad, especialmente la juventud, en el tránsito entre los siglos XX y XXI: es decir, en lugar de “beber para olvidar”, orientémonos a “beber para disfrutar”.
Cuando se trata de disfrutar de un vino basta con despertar los sentidos y prestar atención. Todos los sentidos: el tacto, distinguiendo las sensaciones de temperatura, textura y astringencia, o la aguja de un vino de maceración carbónica, o las danzarinas burbujas de un espumante, o, incluso, mayor o menor finura del vidrio de la copa donde degustamos el vino; el oído, atendiendo al canto del tapón al descorchar, o al caer del vino dentro de la copa, o en la conversación, en una cata compartida con la familia o los amigos, en la que prolongamos el placer de la cata con nuestros comentarios sobre el vino.
Pero los 3 sentidos más importantes en el ejercicio de la cata son la vista el olfato y el gusto.
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