Hoy el culto católico celebra su liturgia con vino. En tiempos varietales, cuál representa la sangre del mártir.
Si no fuera por el vino de misa el nuestro sería un país cervecero. Con tanta pampa para el cultivo de granos, no era de extrañar que nos convirtiéramos en uno de los grandes productores de la rubia espumosa. Pero no fue así. Y el vino de misa ocupa un lugar central en la historia de la uva en Argentina y América como impulsor de la vitivinicultura.
Antes de la llegada de Colón, en la parte norte del continente habían vides rusticas pero los aborígenes de América del norte no elaboraban ningún fermento con ellas. Fue desde que el europeo echó pie a tierra que la vitis vinífera llegó al nuevo mundo. Más que las uvas como materia prima, lo que desembarcó fue una civilización afecta al vino.
Desde las fiestas báquicas a las vinalias y luego durante el medio evo y hasta la fecha, el vino, además de ser bebida favorita, fue oficiante en innumerables ritos y creencia: símbolo de la civilización en la Mesopotamia, bebida de reyes en Egipto, vehículo de lo prohibido para innumerables creencias y hasta alimento mágico. De todas sus representaciones, la de la sangre de Cristo es una de las más importantes por lo que ha significado en su difusión universal: en un mundo hoy hay 2,1 mil millones de cristianos.
Porque cuando Europa desarrolló una voluntad y técnica viajera, donde quiera que fueran sus hombres llevaban la vid. Y entre ellos, portugueses, españoles, franceses e italianos, todas naciones fervientemente católicas, fueron el principal vector de difusión y configuraron el mundo del vino hasta el último cuarto del siglo XX, en que su comercio cambió de curso y emergieron países productores no tradicionalmente católicos: Australia es el mejor ejemplo.
Cada vez que en algún rincón del mundo se oficia una misa católica, se alza el cáliz con vino en una sustitución ritual de la sangre del mártir que, según es la creencia, precisamente un día como hoy hace 1.975 años resucitó. ¿Pero qué vino es el que mejor representa la sangre divina?
Divinos Varietales
Según se sabe, en la Judea de antaño abundaba el Syrah. Una cepa de larga adaptación al desierto, incluso hay quienes afirman que en la última cena, Jesús y sus apóstoles brindaron con alguna versión de este varietal. Sin embargo, parece poco probable, siendo que también abundaban los vinos blancos –siguiendo al historiador Tim Unwin- entre ellos las distintas variantes de moscateles, quizás la más difundida de Alejandría, para no contar con algunas cepas originarias del Cáucaso, como Kadarka.
Claro, nada de ello se menciona en las escrituras, donde el vino y la vid no llegan a la sofisticación actual de beberlos según el tipo de uva que le dio origen. Pero tampoco en la liturgia hoy se hace alguna mención sobre el particular, más allá de que debe ser “vino natural de jugo de uva.”
Cualquier que haya probado los vinos de misa sabe que son dulces y licoroso. Y ha sido así al menos por los últimos 70 años, en que la familia mendocina Cabrini ha abastecido a la iglesia local con sus vinos. Y si bien no son los únicos productores –en sanjuán hay al menos dos más, Segisa uno de ellos- la sangre del mártir en nuestro país es bastante dulce, típicamente mistelas en la mayoría de los casos.
Dicen los Cabrini que así fue desde siempre para evitar disgustos. ¿A quién no le vienen ganas de beber un buen vino dulce, cada tanto? Y en cuanto a qué variedades de uva emplean, los principales proveedores de vino hacen un blend entre Malbec, Lambrusco y Tempranillo, que luego maduran en pipas de 600 litros de viejo roble francés. Aunque, aclaran, la receta del vino proviene de Italia, desde donde los Cabririni llegaron fines del siglo XIX.
Así que, si al menos no podemos saber por qué el vino de misa es dulce, sí quedó aclarado la alcurnia de la sangre de Cristo en esta parte del mundo. Tres varietales mezclados, que combinan incluso el origen: Malbec es francés, Lambrusco italiana y Tempranillo español. Tal el mapa del vino y la creencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario