Fruto de una sinfonía entre la naturaleza y el saber de algunos hombres, el vino es un producto noble que, al igual que todas las materias vivientes, está sometido al ciclo del tiempo.
El año de cosecha indica el año de su nacimiento. En un primer momento es joven, y luego se vuelve adulto, alcanza la madurez y sigue hasta declinar y morir. En este último estado el vino se califica de envejecido.
Principalmente cuatro sentidos participan en la degustación: la vista, el olfato, el gusto y el tacto. Pero también el oído tiene su protagonismo.
Para disfrutar la degustación de vinos , solo es necesario tener ganas , predisposición y curiosidad. El profesionalismo solo llega con mucho entrenamiento , como todas las actividades de la vida. .
Aquí proponemos una forma simple de evaluar la calidad de los vinos.
El Placer de los Ojos
En una copa incolora, indispensable para apreciar los distintos matices del vino, examinamos en primer lugar su color y aspecto. Se ve brillante, limpido o al contrario mate o velado.
El color de los vinos tintos cambia con el pasar de los años de un rojo violáceo o bordò, en los vinos jóvenes hacia tonos púrpuras, rubí, bermellón, a cuatro o 5 años de edad. Luego se vuelven ambarinos, caoba o atejados, al pasar mas de 10 años.
Los vinos blancos pueden ser de color amarillo muy pálido o más sostenido, matiz limón maduro, reflejos dorados, o casi verdes. Al envejecer, estos vinos de larga guarda son de color oro viejo o cobrizo.
Al girarlo lentamente en la copa, el vino deja en las paredes piernas o lágrimas que afirman la presencia de alcohol y glicerol (un constituyente natural) que ofrece untuosidad y redondez, o bien de azúcar residual como en los grandes vinos blancos de Sauternes o de Touraine.
En una copa flauta de espumante, los ojos se regocijan y brillan ante los millones de finas burbujas que se desprenden o forman un collar de perlas sobre el nivel del líquido: el seductor perlage.
Es aconsejable, evitar la sugestión de la vista para anticipar juicios sobre la calidad de un vino. Deberíamos cerrar los ojos para leer a ciegas el aroma y el sabor de los buenos vinos.
Aromas y Bouquet
Un vino se descubre primero por su “nariz” o sea por sus aromas, florales o frutales en función de los perfumes dominantes. En los blancos encontramos ananá, manzana, membrillo, mango, pomelo rosado en el caso de los Sauvignon, y el olor a pan tostado y miel en los Chardonay más maduros. Los tintos a veces florales, a violetas, son habitualmente frutados: bayas rojas o negras caracterizan la juventud.
Antes que la vid fuera domesticada por el hombre, era una hiedra salvaje del sotobosque y sus bayas negras eran de sabor acido con su típico carácter de fruto rojo de bosque, al igual que los arandanos, cassis, frambuesas y moras.
El paso sereno por barricas de roble, le otorga sabores complejos de vainilla, caramelo, coco, chocolates , tabaco, ahumados y especiados.
La crianza en botella funde, en el tiempo, los sabores frutales y madera transformándose luego en “bouquet”, el encanto de los vinos maduros en los cuales uno encuentra notables aromas de nueces, regaliz , trufas, de cuero y de caza.
Para descubrir todas estas sensaciones, la copa debe ser ligeramente cerrada en su diámetro superior como una flor de tulipán.
Las Revelaciones del Gusto
La estructura: el vino se califica de caliente o se dice que quema cuando es muy alcohólico. La acidez y los taninos conforman el nervio, el cuerpo, que puede ser liviano, caso frecuente de los tintos muy jóvenes, o amplio, rico, sólido, generoso, o armonioso cuando todo se transforma en una redondez agradable, típica de las grandes añadas o de los vinos muy maduros.
La duración en boca significa la persistencia gustativa en las papilas.
El sentido del tacto registra la armonía y el buen paso del vino por la boca.
Los vinos que conviene beber mientras jóvenes, son ligeramente ácidos, frescos, livianos, vivos y nerviosos.
Los vinos de guarda se califican de duros, astringentes en los primeros años, para luego ablandarse y dar entonces lo mejor de si mismos.
La fineza y la agradabilidad de un buen vino es la sumatoria de las delicadas sensaciones que percibe cada uno de los sentidos.
El post-gusto es una sensación final que define la calidad del vino, cuando este invita al degustador o comensal a repetir otro sorbo o trago. Cuando el vino no invita a un segundo trago, seguramente tiene aristas de poco bueno o mediocre.
Por ello con el vino, no conviene hacer improvisados prólogos, sino celebrar grandes corolarios cuando es bueno y lo confirman los amigos y seres queridos.
El sentido del oído también es protagonista
En el mundo de los gourmet no videntes, la fina sensibilidad del oído les permite distinguir si el vino que le sirven en la copa, es blanco o tinto, por la intensidad del golpe en el cristal cuando lo sirven.
Con el oído, también aprendemos los secretos de la degustación, al escuchar a un experto de vinos cuando nos enseña las fases de la catacion.
El sonido del destape de una botella, nos permite distinguir la calidad de tapado, en vinos tranquilos o espumosos.
Pero lo mas excitante del oído, es sentir el golpe de cristales y el deseo de SALUD, en el brindis inicial, antes de beber vino en compañía de seres queridos.
Este acto sublime nos prepara sicológicamente a disfrutar mejor de esta bebida milenaria, y en el radica los efectos saludables de un consumo inteligente de vinos.
Lo aburrido de este sentido, es la intensa subjetividad que predispone. Cada vez que un apresurado amante de vinos, se adelanta a emitir juicios orales, en cada estimulo del vino, incluso sin haberlo probado.
Esto sugestiona a toda la reunión, y muchas veces provoca un juicio generalizado sobre la calidad del vino, que a veces no es real.
Por ello, la mejor degustación debe hacerse en silencio, lo mas alejado de pseudo-expertos que arruinan todo.
Solo es un gran degustador aquel que define al vino en la segunda copa.
Los que lo hacen antes solo son aficionados mal enseñados.
Gracias Don Angel, por permitirme publicar tan detallada e interesante nota
Wine MDQ
Nota: Don Angel Mendoza
Foto: Flickr
Coincido en casi todo (no con los últimos 4 renglones), pero no soy nadie para refutar al maestro. Por lo menos, dejándolo escrito.
ResponderEliminarAbrazo!
Una muy linda e interesante descripción que vale la pena leer.
ResponderEliminarAcepto las diferencias de opiniones, las cuales tengo en consideración a la hora de formar mi propia opinión.
Eso sí...nunca dejo de aprender algo!!!
Abrazo
williedalerojo@hotmail.com
Uno jamás deja de aprender...
EliminarCon respecto a los últimos 4 renglones, coincido bastante. Es muy molesto el tipo que rápidamente emite juicios y predispone a otros. No todos tienen el mismo "ritmo" para degustar. Sin embargo, un catador experto puede emitir un juicio bastante acertado en una primera copa, aunque no definitivo.
ResponderEliminarMe gustó mucho lo de la exaltación del oído y su momento en el brindis.
Abrazo
Lo mejor es el silencio...un papel y lapiz....y silencio...
EliminarComo me gustaría discutir sobre esas 4 últimas líneas!!!! Para mi una cosa es "degustar" y otra "catar", "catalogar". Un vino se puede catar y definir apenas con un volumen de 10 ml en la boca,yo acepto esto pero no lo practico. Primero "cato" el vino en determinadas condiciones y copa normalizada y luego me tomo el vino con la comida, allí lo "degusto". En ese transcurso de tiempo hay que ir anotando las características del vino. Creo que es la mejor manera de juzgar al vino.
ResponderEliminarSalute