domingo, 13 de abril de 2008

La otra "Ruta del Vino"...Catamarca


Este es un lindo artículo que salio en la sección turismo de La Nación en el día de hoy.

Por Marta Salinas (La Nación)
Catamarca también tiene su Ruta del Vino. Desde la capital provincial y siguiendo la ruta 60 se extienden 273 kilómetros tapizados por olivares que, poco a poco, van dejando su espacio a los viñedos, todo enmarcado por un paisaje de montañas encantador. El recorrido propone un paseo entre bodegas, en los que se puede participar de alguna vendimia tardía, descubrir el mágico proceso de la vinificación, recolectar uvas a la luz de la luna y mucho más.

Un buen punto para comenzar es Tinogasta, donde hay varias bodegas tradicionales para visitar, y también algunas boutiques como El Deseo, de Juan Longo, que posee una linda cava de piedra, ideal para catar sus mejores vinos. Es un buen prólogo para ir tomándole el gusto al viaje, antes de retomar el camino a través de la impagable Ruta del Adobe, que en sus 50 kilómetros se engalana con bellos testimonios arquitectónicos del siglo XVIII levantados con barro y paja.

Fiambalá

El valle de Fiambalá es un tesoro por descubrir. El delgado oasis recostado a los pies de pálidos e imponentes cerros, productor de inmejorables pasas de uva, conserva su origen viñatero aggiornado hoy en un par de bodegas que abrieron el camino para vinos de una particular personalidad, y que sumaron a la región, famosa por sus programas de andinismo y aventura, un especial atractivo.

Ahí, todos los años, en tiempo de recolección, la bodega Cabernet de los Andes propone compartir una cosecha bajo la luna llena, que en esas latitudes y como un potente reflector tiñe de plata las noches.

No se trata sólo de un programa romántico, sino que tiene un costado relacionado con lo que ahí llaman bioenergía y la producción de vinos ecológicos especiales. Es una experiencia única que parece tener una especial influencia en la calidad de la uva recolectada.

El trabajo se hace junto con los trabajadores y el pueblo, especialmente invitado, y se transforma en una fiesta que comienza con una invocación a la Pachamama, y en el que cada persona debe volcar sus uvas dentro de la moledora a la exacta medianoche. Justo entonces comienza una celebración con infaltable vino, empanadas y guitarreada incluida. Dos días después, el broche de la cosecha es la pisada de uvas, irresistible experiencia para los visitantes que no dudan en remangarse los pantalones y ser de la partida.

En una visita a la bodega con viñedos a más de 1500 metros de altura, se puede degustar todo el año sus buenos Cabernet Sauvignon, Syrah, Malbec y Bonarda, así como los Reserva Vicien, orgánicos con certificación, que en ediciones limitadas recorren ya varios mercados del mundo.

Los vinos de altura de la región, intensos y de gran color, están presentes también en la Finca Don Diego, reconocida bodega de productos de exportación.

Sus armónicos edificios se suman al paisaje junto a la aledaña iglesia de San Pedro y la histórica Comandancia. Dentro de las construcciones, en el tradicional adobe con basamentos de piedra cordillerana y techos de cañizo, se encuentra la última tecnología para la vinificación premium. Los Syrah, Cabernet Sauvignon, Merlot, Malbec y Chardonnay, con la denominación de origen Valle de Fiambalá, llevan la certificación de la OIT, y se los puede encontrar en exóticos mercados como Dubai u Honduras.

Elvio Centurión, propietario y factótum del lugar lleva adelante variados programas que se suman a las visitas de los viñedos y la bodega donde seguir los distintos pasos de la producción. Hay degustaciones en la lindísima cava, y almuerzos al aire libre con típicos asados de chivito y cordero en medio de un panorama de vides, e imperdible excursión nocturna para sumergirse en las famosas termas de Fiambalá bajo el diáfano cielo, con el acompañamiento de sus vinos y las ricas empanadas de doña Rosa.

Otro toque gastronómico de pronta inauguración es el restaurante de comidas norteñas, donde estarán presentes los mejores productos artesanales catamarqueños junto con la más completa colección de vinos del noroeste argentino.

Santa María

Para llegar a Santa María, el otro centro catamarqueño de vinos de altura, habrá que retomar la ruta 60 y empalmar con la ruta 40 en dirección a Belén, un recorrido de 258 kiómetros que los llevará a conocer el importante sitio arqueológico de El Shinkal, en Londres.

El encantador pueblo junto a la cercana Belén atesora los mejores telares de Catamarca. Un recorrido por las tejedoras de estos lugares es un impostergable programa del viaje, que continúa por la ruta 40 matizada de tanto en tanto por caseríos y poblados rodeados por un paisaje de cerros rojizos que dan marco a lugares como Hualfin, con una lindísima iglesia del siglo XVIII, y sitios termales en estado puro, como Los Nacimientos antes de asomarse al inicio de los Valles Calchaquíes.

Santa María recibe al visitante con su impagable clima donde el sol dice siempre presente, junto con sus espectaculares y coloridos cerros, que corren paralelos al río del mismo nombre y encierran valiosos sitios arqueológicos.

La ciudad brinda cantidad de atractivos para descubrir en los telares y las delicias de sus dulces artesanales, tentadoras roscas rellenas y las famosas nueces confitadas. Hay molinos de pimentón y excelentes quesos de cabra en fábricas como Cabramarca, donde degustarlos. A la vera de la ruta 40, los viñedos trepan en las laderas de los cerros y aparecen algunas bodegas.

Santa María de la Vid recibe visitantes para probar sus vinos, algunos ya premiados, que llevan un toque particular, ya que el emprendimiento es de religiosos dominicos.

Pertenecientes a la Prelatura de Cafayate, se afincaron en el lugar hace años para llevar adelante un programa que combinara producción y cultura de trabajo. El padre Gerardo Ureta, impagable anfitrión, alterna la dirección del establecimiento con su compromiso religioso, celebrando misa cada domingo en la iglesia que la congregación levantó en Santa María.

Los vinos licorosos de la bodega, como El Altar, son otro orgullo de la bodega y muy valorados por los catamarqueños. En la región se han instalado en los últimos años importantes empresas vitivinícolas que han sabido aprovechar las buenas tierras, junto con el especial clima vallista.

Bodegas como La Rosa y El Esteco, junto con Félix Lávaque-Viñas de Altura ofrecen sus amplios viñedos para visitarlos y, en una caminata entre racimos de uva, sumergirse en el corazón de los vinos de los Valles Calchaquíes.

Fuente | Diario La Nación

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