lunes, 21 de mayo de 2007

Historia del Champagne (Parte 1)

Como si se tratara de un continente absolutamente desconocido, el champagne tiene su descubridor. Fue el monje benedictino Dom Pierre Pérignon quien a finales del 1.600 administraba las cavas y la producción de vinos, quien un día encontró minúsculas burbujas danzando en las botellas de su preciada bebida y lo que advirtió como un error en su proceso. Fue así la presentación de una inusitada puerta al placer de los vinos espumantes que hasta hoy adoramos. Estas burbujas son el resultado de un proceso natural debido al clima fresco de la región y a la corta temporada de crecimiento de la vid. La cosecha en los últimos días del otoño garantiza uvas repletas de azúcares que las levaduras no llegan a transformar en alcohol.

Llegada la primavera, la historia continúa dentro de las botellas, inventando estas burbujas de dióxido de carbono que buscan liberarse de su envase. Después del primer asombro, Dom Pérignon trató por todos los medios de frenarlas en ese proceso, pero (¡afortunadamente!!!) no lo logró. Su temor a una explosión en la bodega benedictina lo llevó a embotellar a este vino en botellas más resistentes fabricadas por ingleses y a adoptar los corchos provenientes de España para reemplazar los tapones de madera embebidos en aceite que hasta entonces utilizaba.
Su descubrimiento tuvo desde entonces esa peculiar manera de presentarse y deleitar paladares asombrados, enseñándonos que a veces un error, lejos de ser una mala experiencia, llega a convertirse en lo mejor que nos puede suceder!. ¡Merci beaucoup, Dom Pérignon!.
Fuente: Guia Epicureo

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