martes, 26 de agosto de 2008

Riedel y el vino van de la mano


Durante más de 250 años, la familia Riedel ha sido sinónimo de copas de cristal en Austria y Alemania. Sin embargo, sería el mundo del vino el que mostraría al mundo sus fantásticos diseños. Entre los especialistas, nadie discute que una cata de vinos no es ideal si no se hace con copas de la marca Riedel.
Incluso un vino puede cambiar significativamente de sabor y de aroma si se lo prueba en una copa Riedel y en otra que no pertenezca a la prestigiosa firma austríaca.

Su tradición en la producción de copas de cristal se remonta a más de 250 años, pero recién en 1973 alcanzó la gloria, cuando Claus Josef Riedel, novena generación de la familia, presentó su colección Sommelier, especializada para la degustación de vinos.

¿Cuál es el secreto que encierra una copa Riedel? El inventor de las copas que hoy se emplean en todas las catas sabía que el diseño de un vaso influía sobre la forma en que se percibía el sabor y el aroma de una bebida. Para ello, decidió abandonar las copas de vino tradicionales, que hasta ese momento eran de cristal coloreado y con adornos, para pasar a fabricar copas transparentes, lisas y de un cristal muy delgado con un pie largo.

Si bien una copa de cristal no puede cambiar las propiedades físicas de un vino, sí influye en cómo se lo percibe. Y las Riedel, en forma de huevo, concentran los aromas del vino, lo que hace que sea más fácil captarlos en la nariz. Además, el cristal de las Riedel es microporoso, por lo que cuando se agitan, el vino libera más aromas. Y al ser más delgado, mejora la percepción que se tiene de los sabores.

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